Entrevista con La Cota, Annie.

Porque se llama Annie Cota y es fotógrafa.   La conocí seguramente hace apenas un año, no estoy segura la verdad, pues siento como si siempre hubiera estado ahí, flotando en el ambiente, saludándola en la calle, festivales o eventos. Y no en vano, ¡conoce a todos! Con algunos fue a la escuela, con otros […]

Porque se llama Annie Cota y es fotógrafa.

 

La conocí seguramente hace apenas un año, no estoy segura la verdad, pues siento como si siempre hubiera estado ahí, flotando en el ambiente, saludándola en la calle, festivales o eventos. Y no en vano, ¡conoce a todos! Con algunos fue a la escuela, con otros fue vecina, amiga, etcétera. Nada más hay que recordar como llenó Kilombo con su exposición hace unas semanas.

Por cierto ¿Han ido a Kilombo? Deberían de darse una vuelta, sobre todo los lunes por la tarde que es cuando hay foro abierto. Laura, su dueña, ganó el Eddie a promotor cultural. Es foro, tienda y cafetería. Una locura. Y cuyo interior, tiene un anillo que quiero.

Bueno, volviendo al tema de Annie.  Ella es fotógrafa. Dio clases el año pasado en la Casa de Cultura. Toma fotos de todo; eventos, quinceaños, cumpleaños, juntas, conciertos, baby showers, retrato, catálogo, paisaje… Los Eddie´s . No discrimina, no se pone fresa. Por todos lados anda con su cámara. Da un curso fotografía en la GAM. Sin embargo, y aquí el twist que descubrí mientras la entrevistaba; su pasión es el video.

La entrevisté una mañana. Ella decidió que sería mejor un desayuno que un simple café. Más sustancioso y menos riguroso.

Como siempre empecé con plática ligera; nada y todo, de lo ocurrido en la mañana (que esa mañana me fue fatal, como cualquier lunes), de nuestras desgracias automotrices para entrar en ambiente.

Pedimos, café (por supuesto) y desayuno.

En cuanto notó el celular prendido, grabando en la mesa, se ruborizó «¿En serio estás grabando?» me dijo con el tenedor a medio camino.

—Claro que sí— respondí con naturalidad— No le hagas mucho caso. — Y lo empujé un poco más.

—Pero si ni siquiera hemos empezado las preguntas— su tenedor seguía sin moverse.

—Digamos que no es una entrevista normal… No me gustan las tipo de revistas pregunta/respuesta corta que incluyen el signo zodiacal y el nombre del perro. Me gusta conocer a la persona y oírla hablar.

—¿Ese audio lo vas a poner? — Es hermoso, siempre preguntan eso, y siempre estoy tentada a decir «¡Claro! Íntegro».

—No. Es una guía nada más, mis entrevistas son escritas. —Y el tenedor siguió su curso.

—Bueno pues, tú pregunta— Asestó Annie.

—¿Qué estás haciendo ahorita?

—Pues… Estoy con Chago, en el Cronista del Puerto y editando.

—Editando ¿clips?

—Sí— le da un trago a su café— Pero más que nada estoy la edición de mi documental. Es un rompecabezas, literal. Tienes que buscar entre toooodos los archivos de video— Annie mueve la mano para simular que es una lista larga que desmenuza, arranca pedazos y los acomoda atrás o adelante— e ir armando. Poniendo piececita por piececita. El problema viene cuando, hay momentos en que ya no te gusta así, y lo vuelves a cambiar y lo vuelves a cambiar.

Yo le di un trago al café y mejor, la dejé continuar.

—Luego, ya estás tan metida en eso que te hartas, y dices «¡No! ¡Ya no puedo continuar!» y te vas «¡Necesito un café! Arggh!». Ya te tomas un descanso, te tomas el café. Ya regresas, ya te gusta… Es el mismo peso del proyecto lo que te mantiene ahí.

Entre el silencio y antes que pudiera yo decir nada, llegó el Profesor Nacho (profesor de música) también al lugar y nos saludó. Disculpándose por la interrupción se acercó a Annie para ponerse de acuerdo, pues ella les iba a hacer un video musical de su grupo. Les urgía, pero razones adversas y diversas tendrían que posponer. ¿Cuándo lo harían? Se avisarían. Un fin de semana, tal vez. Uno que no estuviera muy ocupado. Habría que quedar bien, pues también tenían que quedar con los actores. Aprovecharía el profe también para poner a estudiar a una de sus alumnas, para que se luciera más, y se supiera más canciones.

Se despidieron. Ya quedaron muy formales en que lo más pronto posible (de preferencia después de dos semanas pero que no pasara del mes, porque, bueno era urgente).

—¿En qué me quedé?— volvió conmigo.

—Me ibas a contar todo el asunto del documental— entré de lleno— ¿Cómo te enteraste, cómo le entraste? Según creo es el de la cabalgata.

—¡Sí! De la cabalgata de los Tohono Odam— le dio un trago a su café— Nina y Socorro me contactaron ahí… Socorro me habló «un señor me estaba pidiendo un documental. Se acerca la fecha de hacerlo. Es ir y aventarte toda la chamba, la investigación; es en el campo y es todo un fin de semana. Entonces le dije La Annie es más aventurera que yo, como que a ella le gustan más esas cosas ¿Como ves? ¿Te avientas? Está bueno». Y yo toda espantada de «Ahaaa pues bueno», no muy convencida, pero dije «pues sí, a ver». Entonces me presentó al señor, y resulta que sí lo conozco, y que lo conocía de hace mucho tiempo. Y ya, como ya lo conocía, hubo más confianza y estuvo más relajada esa parte.—

Annie se distrajo con en el plato y luego se dejó escapar con la mirada por la ventana.

—Sí, recuerdo alguna vez que también me comentaron algo, y les dije yo nada más tomo foto … ¿Es el papá de Ricardo Monjaraz, qué no? Que estuvo en tu expo— la traje de regreso.

—¡Sí, él! Un señor muy agradable —se saboreó el café y acomodó una pierna— Y es que es algo que a mí me gusta mucho. Más porque mi carrera estaba enfocada a la investigación y todo eso (Estudié Comunicación), entonces justo mi especialización es en Comunicación y Cultura. Ahí ves producción y todo eso. Y fue bien padre, porque fue todo un fin de semana de ver qué hacen e ingeniártelas graba y ¡todo! Es la experiencia; llegas, acampas, convives con personas que vienen de rancho. La comida, la música, los bailes, las tradiciones… ¡Ah! El rodeo, súper sonorense eso… Luego de “ponle el calzón al toro” …

—¿El qué a quién?— me pareció escuchar las palabras calzón y toro, pero no estaba muy segura. Y mejor dejarlo en claro, porque luego se escucha con mucho ruido el audio de la grabación.

—El “calzón al toro”— Sí, había escuchado bien. — también se me hizo bien curado el nombre, pero bueno… Y cosas bien raras, o bueno, raras para mí, que no sabía que se hacían, la gente me explicaba… bueno, fue muy chistoso. Yo me divertí mucho.

Yo no sabía que aquí en Sonora existían esas tradiciones ¡Esta muy padre! Aparte las personas que van, sí están inmersas por completo en todo ese rollo de caballos, ganadería, vida de rancho (todo lo que eso conlleva).  Entonces sacarle todo ese provecho al documental, a todo lo grabado ¡pufff! Sí es una chambota.

—¿Y fue solo un fin de semana?

—¡Sí! Fue solo ese fin de semana. Imagínate todo lo que grabé— se expresa con las manos, como agarrando una gran madeja imaginaria de film— Grabé de todo, así de todo. Desde que llegué y … No, no te imaginas, Moka… La cantidad de archivos y de cosas…

—Que bien podría ser una miniserie.

—¡De hecho! ¡JA! Porque aparte hice entrevistas a las personas que asistieron, y también a los líderes de la comunidad, sobre la vara del mando y todo lo que me quisieran platicar… Y luego dormimos en la tierra, obvio pues no te bañas en todo el fin de semana… — saludó a alguien de rápido y reanudó la plática inmediatamente después de decir bye— Fue toda una aventura… ¡Y me pasó algo bien raro! Me voltee en una moto.

No alcancé a decir nada. Abrí los ojos bien grandes, y solo me quedé con el vaso desechable de café en la mano, aún sin saber si moverlo hacia arriba y  beber, o regresarlo a la mesa y hacer pregunta de seguimiento.

—No me pasó nada, pero yo estaba más preocupada por mi cámara —sonríe y se le hacen hoyuelos— Estaba yo siguiendo a toda la cabalgata, entonces me prestaron una moto, para que fuera más rápido y práctico.

—Bien extrema tú con GoPro y toda la cosa—bromeé.

—¡No, Moka!— me sorprendió  lo agudo y el marcado acento sonorense (al grado que pensé que había dicho morra y no Moka)—  ¡Así, con mi cámara! ¡La normal! Nada extremo— suelta la carcajada— Me iba, me paraba un ratito, grababa y así; me subía a la moto, me iba más adelante, me paraba… Entonces me dice un señor «¿oye no quieres que mi hija te lleve» y yo pensé «más fácil, ella maneja y yo voy grabando» hasta me imaginé acá, las tomas bien shilas.

Hace una pausa dramática. Bebe café.

—Creí que era buena idea— deja la taza en la mesa y entre risas siguió contando—Pero en realidad fue de las peores que se me pudieron ocurrir, porque, bueno, ya me fui con ella, entonces ahí iba ella manejando, ahí va la Annie grabando, y en una de esas, como que empiezan ¡fum! Las montañitas — ondea con la mano derecha y con la izquierda simula la moto que avanza al peligro— y yo de «¡ten cuidado no te vas a…!» y ¡pufff! como que ¡pufff! ¡Volé! Para cuando me di cuenta ya estaba yo en el piso, acá. Entonces me caí, se cayó ella encima de mí, y ¡luego! se cayó la moto encima de mí, y mi cámara salió volando. La chica de «¿estás bien?» y yo de «¡noooooooo! ¡Mi cámara!»  La vi como en cámara lenta, ya sabes. Sentí como que me daba un micro infarto…

—Y no le pasó nada, supongo.

—No, por fortuna no. Aparte siempre traigo dos. Y esa cámara, es la guerrera, porque yo sabía que me iba a pasar algo. Lo sabía. Dije «no, es mucha tierra, de seguro me voy a caer o me voy a tropezar o lo que sea»… Siempre es bueno ser precavido, y la otra estaba en la mochila, blindada, con muchas cosas. Pero esa cámara ¡Uff! La adoro, le han pasado cosas bien graves y nada más le sacudes la tierrita y ya. Pero uno igual sufre.

Pero no, ni a la cámara, ni a la chica, ni a mí, nos pasó nada.  Pero ¡ya! No te cuento de eso, para que después lo veas. ¡Agghhh! Ya quiero que esté listo.

—Si lo exhibes obvio que lo voy a ver

—Ya dijiste, morra— Ahora sí estoy casi segura de que dijo morra y no Moka, pero podemos deberle la duda al ruido de la moledora de café. —Entonces ¿dónde estudiaste?

—En la UNISON, en Hermosillo

—¿Y eres de aquí de aquí?

—Sí, amo Peñasco. De hecho, crecí en La Choya. Mi papá es de ahí, toda su vida ha trabajado y vivido en La Choya, entonces crecí ahí con mi hermano, en la playa… Ya sabes.

—¡Qué padre! Nunca antes había conocido a nadie de Peñasco que creciera en La Choya. Pensé que era como colonia de americanos disidentes o alternativos—

—Sí, también… hay de todo no te creas. De hecho, hay muchas familias mexicanas que son viejas (o antiguas) que viven ahí en la Choya.

—Y, sin ofender, claro, porque para mí, es como si siempre hubieras estado, pero haciendo memoria hacía dos años no te conocía así tan de cerca o te veía tan seguido con cámara en todos lados… ¿cómo es que ingresaste fotográficamente en el ambiente cultural? ¿Desde cuándo estas en la fotografía?

—Yo siempre quise estudiar comunicación… Me di cuenta, cuando me cambié de carrera— suelta la carcajada.

—Entiendo perfecto. Suele ocurrir— yo, que me cambié dos veces de carrera.

—No, no es cierto, bueno… de algún modo sí. Como cuando tenía diez años, mi papá compró una cámara de video, ya sabes, de esas de cassetito, vhs. La tenía en la casa, y no la usaba. Entonces un día me la regaló y me enamoré de grabar. No paraba de hacerlo… No no no. Creo que es increíble el poder grabar algo, tenerlo, y transmitirlo, poderlo reproducir; guardarlo en una cosita —hace un ademán de cassette chiquito— para después podérselo enseñar a otras personas, y que les impacte eso, que tú grabaste. Enseñarles tu forma de ver las cosas. Entonces desde que la tuve en mis manos fue…¡Fum! ¡no sé! Empecé a grabar todo…todo de lo que se dice todo. Tengo un montonal de cassettes  viejos que son un desastre, una bazofia cada que los ves; todos movidos acá, mal encuadrados. Horrible horrible.

La grabadora (teléfono) registra una pausa y un tintinear de un objeto chocando con otro.  Es Annie, sorbiendo su café, dejándolo en la mesa y mirando el fondo de la taza. Sonríe.

—Y empecé a grabar todas las fiestas de mi familia; ya sabes, cumpleaños, quinceaños bautizos, todo. Ya sabes ¡Todo! A nada le decía que no. Un desastre. Y cuando llegó la hora de elegir, fue así de «Quiero una carrera donde pueda aprender a grabar, a tomar fotos y escribir cosas» porque también me gustaba escribir, y de vez en cuando me aventaba mis garabatos. Entonces busqué algo así en internet como: “cámara + video + escribir y radio”, (lo de radio, porque me gustaba también mucho… En la prepa teníamos un programa de radio por internet con un amigo (con Chema, de hecho, Chema Cárdenas), y me la pasaba muy bien). Entonces me apareció Licenciado en Ciencias de la Comunicación, y lo más cercano era Hermosillo o Mexicali. Y dije no pues Hermosillo. Y estaba en Ingeniería en sistemas en el Tec de aquí, y  fue cuando dije «noooo esto no es para mi. Voy a hacer el examen en la Unison y si quedo pues me voy y si no pues… ya vemos».

Y sí, hice el examen, me quedé, y me fui para allá. Súper emocionada.

No interrumpí. Adiviné que había hecho una pausa para acomodar ideas. Y aproveché para beber café. Hacer evidente que no tenía ninguna intención de desviarla de su narración.

—Desde que entré, todo era talleres de foto. Siempre. Desde primer semestre. Aunque no llevaba foto en mi plan de estudios, todo el tiempo fue: foto y video; talleres fuera. Miles, siempre, a cada rato, lo que sea. Cada vez que había un taller, en la universidad, en la Casa de Cultura o en Álamos, yo le entraba— Se acomoda en el sillón satisfecha— Ya vez que cuando hay festivales traen muchos talleres con maestros de fuera. Y todo lo que es diplomados, cursos, siempre procuraba entrar… Sobretodo diplomados sobre documental, me encanta todo lo que es foto documental, video documental. Me fascina. Casi todos mis talleres busqué que estuvieran enfocados en eso.

El primer día, conocí a mi mejor amigo de la universidad, que también le gustaba mucho el video, pero él editaba, más que nada. Él era editor. Y decidimos reunirnos un día. Después ya se fueron juntando personas; se hizo un grupo de amigos, y hacíamos cortos por fuera de la universidad. O sea, no era por proyectos o tareas. No era porque nos lo pedían, era porque a nosotros nos gustaba (aparte, obvio, hacíamos los proyectos de la uni). Una vez por semana nos juntábamos a hacer algo, escribir algo. Nos surgían ideas, entonces armábamos un guión y así… lo llevábamos a cabo, lo terminábamos y lo mandábamos a festivales.

Ahí por el quinto semestre, no me acuerdo bien, nos fuimos a muchos festivales. Nos fuimos al de Álamos, y al de Hermosillo. Ganamos con varios cortos. Todo era por pasión.

A mí me encantaba todo eso. Y yo siempre estaba encargada del área de fotografía. Ser la de la cámara siempre me ha gustado, ya vez, desde chiquita— ahoga con la mano sobre la boca, el ruido de la carcajada— Un maestro nos metió en un concurso de cortometrajes y ganamos Mejor Fotografía. Este fue concurso de dentro de la Uni.

En el DF se fue Sueño de juguetes. Ese sí se fue a muchos festivales y a muchos concursos. Con ese ganamos en Hermosillo y en el Festival de Álamos.

—Ese lo pasaron aquí, creo.

—Ajá. Sí. En el cinemartes. Los otros tres cortos, no ganamos, pero si quedamos seleccionados en Álamos y Hermosillo también… creo… Y ya. — se remojó los labios y me miró interrogante. Ahora sí, la historia había terminado.

—O sea, entonces siempre has estado inclinada más hacia el asunto del video que de la fotografía. Una sorpresa para mí, porque bueno, siempre (bueno, no siempre, ya hemos aclarado ese punto) has sido en mi cabeza Annie la fotógrafa.

—En realidad es lo mismo. Bueno, yo lo veo así… Bueno, no— recapacita ladeando la cabeza— sí, es diferente. Digo que es igual porque a mí me gustan las dos, y ambas es registrar algo y se complementan a la perfección. Sin embargo, cada uno tiene su lenguaje y su textura. Congelar, contra la fluidez. El momento justo, contra la acción.

—Pero aquí, expo, tus clases, tus salidas…

—En realidad foto lo hago para ganar dinero. Las expos son porque me invitaron, no porque yo las haya propuesto. Además el documental, el video, requiere de más recursos, de más tiempo y planeación. No es tan inmediato, como la foto.

La foto es ahorita mi trabajo. Con eso me mantengo y me encanta la idea. Pero el video, el video es lo que realmente me apasiona.

Dejé prendida la grabadora en lo que me terminaba mi segundo café (sí, era lunes y tuve que pedir un segundo para hacer más llevadera la mañana). Entre pausas, chistes, conversaciones metereológicas y de eventos futuros y pasados, Annie me contó lo difícil que había sido regresar y no encontrar trabajo.

—No creas, Moka, me desesperé bien gacho. Fui a todos lados; radio, empresas, estudios de diseño… Aquí arriba y todos me decían tipo «ahorita no, joven». Nadie contrataba. Hasta que de casualidad me topé con Chago y ya, como quien dice me adoptó. Cuando quieres trabajar de lo que te gusta, no te vas a… —suspira pensativa— bueno, no quería quitar el dedo del renglón, pues.

—¿Te hubieras regresado a Hermosillo si no encontrabas nada?

—Fíjate, en Hermosillo tenía trabajo y todo, pero desde que entré a la carrera, mi idea siempre ha sido la de venirme para acá. ¿No te estoy diciendo que amo Peñasco? ¡Moka, pon atención!

Me ganó la risa.

—¿Qué más quiere saber, a ver? — soltó después de empinarse lo último del café.

—Bueno ya… ¿Qué signo eres?

—¿En serio?

—Sí, para que digas que es entrevista.

—Ok, pues. Leo.

Y la entrevista terminó a con el audio de las 11:22. Donde puse stop, pedimos la cuenta y Annie se quedó con su computadora en la cafetería.

Por cierto, Annie es un escurridizo ser al que no le gusta que le tomen foto, ya que, prefiere estar detrás de la cámara, y no frente a ella. Entonces,  es impresionante que cuando busqué en mis archivos, no encontré fotos de ella, solo unas en los eventos que sale como a mil metros de distancia (y solo yo sé que es ella, porque bien podría ser otra persona).  Obvio, la imagen de ella es un selfie, que me pasó de su perfil. 

Es impresionante lo hábil que es para salirse del encuadre.

 

 

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