El martes 19 fue el sismo en el centro del país. Terrible, dos días de estar al filo de las sillas viendo las redes sociales, porque nos tocó lejos, pero no insensibles.
No sé hicieron esperar los centros de acopio, compartir las cuentas de los topos, la cruz roja, de los Albergues y de los que ayudaban animales.
Y aquí en Peñasco se organizaron los diferentes grupos artísticos para cuatro días de actividades por la tarde. No sé si lo hicieron a propósito, pero quedó muy padre. Algo que nos sacaba de la rutina y curiosamente nos llenó nos sacó sonrisas impregnándonos de un optimismo hippie; mientras una mano buscando ayuda encuentre una mano que la otorgue, todo va a estar bien, mientras un alma atormentada encuentre otra que la abrace con esperanza, lo material puede ir y venir. Y entonces la idea de que en serio se puede cambiar el mundo es cada vez más tangible. No importando que tan lejos se esté.
El jueves lo tomaron los fotógrafos. Se juntaron y pusieron un mini set en el jardín de la Plaza del Camarón, con luces, flashes. El póster decía “foto por lata”, pero avisaron que también podían ser cincuenta pesos, o algún otro tipo de víveres (no solo enlatados).
Gracias a que las redes estaban en constante actualización, se enteraron de las necesidades cambiantes, entonces, lo urgente era depositar. Lo demás se juntaría y llegaría al destino días después.
Ahí fui, pero no me tomé foto… No gracias, la silla era muy chica, y la verdad nunca sé cómo posar en las fotos y siempre salgo con cara de psicótica, pambazo o aristócrata mal viviente del siglo X (obvio en los selfies hago trampa, mucha, como todos). Entonces los dejé con modelos más competentes que llegaban entre curiosos y animados.
El viernes fue el día de los actores y el grupo TAIDE, ofreció su obra Juan Gabriel el musical, a cambio de que cada asistente llevará agua y víveres. El auditorio se veía lleno y los actores entregando el alma.
El sábado se lo apropiaron los pintores que en la Galería de arte Municipal (alias GAM) rifaron sus obras, con el boleto a cincuenta pesos.
Este fue bastante interesante, con presentación de hawaiano, danzas africanas y tambores que se apropiaron de la acústica de toda la galería. Y perdón si me detengo aquí, pues fue en el que “más participé” digamos. Compré dos boletos y me saqué ¡dos obras! Yo que no me había sacado ni un Gansito extra en mucho tiempo, estaba contentísima, pero a la vez extrañada, pues ya tenía una; un sobrio y elegante Julieta Olalde que había apartado mentalmente cuando llegué, junto con un Storm Trooper de Ariel Salazar (y que se agenció casi de inmediato un niño de los primeros ganadores). Sin embargo, faltaba otro y ya no había cuadros. Hubiera dejado el asunto así, pero Gloria (alias Yaya, alias Paisa para algunos) seguía sacando números ganadores, mandando gente a los caballetes que se acercaban peligrosamente a mi “Julieta”.
Me acerqué a exponer el caso, me respondió muy preocupada «¿Ya no hay? ¿te falta un cuadro?» y agregó sin vacilar «Te doy uno de los míos». Me sorprendió y en broma (y motivada por el gusto, la verdad) señalé el del venado (uno muy bonito que está en exposición), pero ella en ofreció el de Arcángel del sol, un segundo que me había gustado pero que por alguna extraña razón pensé que ese tenía un significado más personal para ella. Resultó que era al revés, con el venado tenía más apego sentimental.
Con el cuadro en las manos, la verdad me quede a medio camino entre la felicidad y la incomodidad. No supe cómo reaccionar. Me sentí culpable por tanta suerte, por haberla obligado a escoger entre uno de los que tenía expuestos, y también por haberme ganado algo cuando el evento era para ayudar. Entonces quise regresarlo, decirle que lo dejara ahí, o que lo rifara entre los asistentes. Pero no quería que se ofendiera o que creyera que no apreciaba su ofrecimiento o ¡peor aún! su arte (me vino a la mente inmediatamente un Mushu con el entrecejo fruncido dishonor on you, dishonor on cow). Por otro lado, me atrajo mucho la idea de tener también ese otro cuadro, entonces cobardemente hice mutis. Lo abracé y no lo solté convencida de que el arte te llama.
El domingo estaba apartado para los músicos. Habían convocado a las diez de la mañana, pero empezaron “fashionably late” a las dos de la tarde. Lo bueno es que no muchos hicieron caso y desde temprano se empezó a juntar los donativos, pero se descontroló en cuanto llevaron una hielera de Tecate, llena hasta el tope de latas y no perecederos, entonces aquello pareció crecer de forma exponencial.
Cuatro bandas, que desde que subieron al escenario no pararon, con toda su energía y un domingo fresco de música y sentarse en el jardín, al que asistieron fotógrafos, pintores, actores, cantantes, trabajadores, familias, novios, niños.
La forma ideal de terminar lo que me atreví a llamar el improvisado festival #FuerzaMéxico.
Ánimo, que Peñasco tiene talento y espíritu solidario.