De tour con el CEDO

Visitando las pozas de mar (tide pools) en una noche sin luna Se lee romántico ¿no es cierto? Un paseo en la playa, de noche, con nada más que agua a tus pies, una lámpara en la cabeza y una redecilla azul para explorar por el arrecife rocoso; ese que nosotros conocemos popularmente como la […]

CEDO_InterculturalVisitando las pozas de mar (tide pools) en una noche sin luna

Se lee romántico ¿no es cierto? Un paseo en la playa, de noche, con nada más que agua a tus pies, una lámpara en la cabeza y una redecilla azul para explorar por el arrecife rocoso; ese que nosotros conocemos popularmente como la playa del Mirador.

Es una actividad que he visto anunciada en varias ocasiones, pero que, por una u otra razón, no me había decidido a hacer la llamada y reservar. Hasta ahora.

Estaba enfadada por mi falta de decisión al respecto y mandé mensaje por facebook (la utilidad de las redes sociales). Me contestaron al día siguiente con información y un número al que llamar para confirmar mi asistencia antes de la una de la tarde para formar el grupo.

Al ver que en mi caso no había mucho que hacer y que el fotógrafo estrella, Ariel, estaba libre y podía acompañarme, llamé. Ya no había vuelta atrás. Aún cuando el cielo se nubló, el clima se enfrió y me habían advertido que me mojaría los pies con el agua fría del mar, la resolución fue inamovible.

Esta es una de las actividades del CEDO que más me había estado llamando la atención, pues es una actividad nocturna, y se conoce un poco más sobre el mar y sus secretos. Igual y si yo me podría pasear por ahí sola, (lo había pensado), pero lo más probable es que no viera mucho, porque no sabría que buscar. Entonces, si vas con una persona que conoce y sabe ver ¡qué mejor! Te abre los ojos y la curiosidad.

Todo empieza en el CEDO cuando llegas, saludas al esqueleto de ballena, que en la noche se antoja de gusto tétrico y firmas una responsiva (no por que el tour sea peligroso, para nada. Es solo una precaución). En este caso nos recibió la sonrisa de Abraham Meza, que nos explicó por esta ocasión la explicación introductoria se haría ahí mismo, en el área de pláticas. Solo éramos tres parejas así que no hubo problema en encontrar lugar dónde sentarnos.

Nosotros tomamos asiento y Abraham, la palabra. Como todo, toda plática introductoria comienza por el principio, y el principio. En este caso es conocer sobre los que hacen el tour y el por qué lo hacen: El CEDO es, por sus siglas en español, Centro Intercultural de Estudios de Desiertos y Océanos, y abrió sus puertas desde el año de 1980. Abraham nos explicó también, a grosso modo, que, desde entonces la misión de CEDO ha sido la de ayudar, encaminar y negociar con a las comunidades costeras de la región del Golfo Norte de California, para crear medios de vida sustentables de acuerdo con el entorno natural (como por ejemplo el programa actual de MIA con los pescadores de la región). Entonces es por eso que el CEDO está en constante movimiento, desarrollando e implementando programas y desarrollando materiales científicos, culturales y ambientales, para estimular y alentar a una comunidad multicultural, que incluye tanto a los residentes, visitantes, estudiantes, como a los científicos y organizaciones, centros y reservas de la bioregión con las que se trabaja en conjunto; a buscar opciones en materia de concientización , preservación y ecología, para que los recursos no desaparezcan y poder vivir en equilibrio con la naturaleza.

Como dije; una introducción rápida. Se puede leer seria y algo institucional, sin embargo, conforme avanza la noche, las ideas van cayendo por su propio peso, pues por fortuna, Puerto Peñasco está en un lugar privilegiado, protegido, lleno de vida y con sorpresas únicas, que no en todos lados se pueden apreciar. Como por ejemplo: Las mareas, el tema central de la noche.

¿Qué las ocasiona? La respuesta común: la luna. La no tan común: el sol. Ciertamente esos cambios se producen gracias a las fuerzas gravitacionales, pero ¿cómo?. Abraham solicitó a tres voluntarios para explicarnos .

– Bien- dice- ¿quién quiere ser el sol?- una señora levanta la mano- ¿Entonces no hay problema de que ella – señala a una joven- sea la Tierra y tú- la pareja de la joven- la luna?- Ninguno de ellos pareció tener problema- Bien, todos pónganse en línea y Sol y Luna, tomen cada uno una mano de la Tierra y jalen.

¿Ven? Los jalones son directos y fuertes- Abraham dice a los presentes- Ahora, Luna, da unos pasos más atrás, y ambos tiren de nuevo… ¿Observaron que la fuerza no es la misma? Así pasa con las mareas.

Supongo que vio la cara de los presentes, pues sonrió para sí y prosiguió a explicar: Cuando el sol y la luna están alineados con la tierra, las mareas son más drásticas, suben y bajan con mucha diferencia, al contrario de cuando cada quien anda por su lado, éstas son más suaves. De hecho si tomamos un calendario de mareas podemos observar este fenómeno; hay días en que los picos son más pronunciados que otros, y otros días que son muy sutiles. Tienen que ver con la luna llena y la luna nueva-

-Ahora bien, esto no es igual en todos lados- advirtió- De hecho, esta región compite por el segundo lugar junto con Canadá en cuanto a mareas más extremas. El primer lugar lo tiene algún lugar de Francia, me parece. Esto se debe a que el Mar de Cortés, no es mar abierto, es muy estrecho y de poca profundidad, entonces cuando la marea se retira hasta que cae en una parte más profunda, lo hace por mayor distancia. Imaginen como si un imán pudiera jalar el agua de aquí, desde donde empieza el Golfo.

Se paseó un poco y se enjugó los labios.

-Se preguntaran ¿qué tiene que ver todo esto con el asunto de las pozas de marea?- continuó- Bueno, aquí viene lo importante; gracias a estos movimientos tan drásticos cuando el mar se retira, en el arrecife rocoso, el lugar al que vamos a ir que muchos lo conocen como el Mirador, ahí se forman como alberquitas, y conforme avanzamos a lo que normalmente estaría cubierto por agua, podemos ir observando cada ves más y más organismos que viven en esta área.-

Increíble ¿no les parece? Esta simple explicación me abrió los ojos. Todo esto para que se den cuenta, señores y señoras que nos leen, en dónde estamos parados y a donde sacamos a pasear al perro; no es solo una playa con piedras: Es un arrecife rocoso, hogar de muchos bichos marinos.

-Solo unas reglas antes de continuar- continuó Abraham- Uno: si ven algo rojo, no lo toquen. Normalmente son organismos venenosos e irritantes. Dos: solo nos podemos traer tres cosas del lugar, que son:…- Y esperó la respuesta de alguna de las voces asistentes.

¿Arena?- dijo alguien

-Como no sea la del zapato- contestó con simpatía- Pero ¿qué más?

¿Fotos? – dije yo después de un largo silencio

Exacto, fotos- replicó y al ver la cara interrogante de los demás decidió decirnos las otras dos- así como sus recuerdos y su basura. Solo esas tres. De ahí en fuera todo lo que veamos, lo vamos a dejar en el mismo lugar en donde lo encontramos. Podemos levantar y mover piedras, en algunas ocasiones tocar y/o recoger para ver de cerca (con muchísimo cuidado, eso si) pero siempre regresando todo a su lugar.

Nada más, no hay que impactar el ambiente llevándonos lo que nos parece lindo, porque no sabemos que daño, aunque sea mínimo, podemos causar ¿Sale?-

Y con las reglas como fin de la explicación, nos invitó a pasar a la van que tenían preparada para llevarnos.

Llegamos a la playa y ahí nos entregó una lámpara de cabeza (que, para mi gusto, me hubiera gustado llevar una más de mano) y una red azul, pequeña, como de acuario, pues no íbamos a cazar mariposas (o medusas, tipo Bob Esponja).

La vi divertida. Eso, sin duda, era una pista de que no íbamos a ver nada enorme fuera del agua. Íbamos en “cacería” de bichitos, pequeños, interesantes, intrigantes; organismos que sobreviven a estar en pequeñas piscinas de agua salada en lo que la marea regresa. Obvio en ninguna de ellas cabe el kraken, como tampoco creo que esté el tesoro perdido de algún barco pirata, pero pueden hacer la lucha si quieren.

Esto lo digo, porque ya puedo escuchar los comentarios de gente dubitativa y escéptica ¿Y que hay? ¿en serio es divertido Porque, bueno, yo nada más veo que ahí hay piedras y algas” “digo, para ir a ver conchitas y caracoles, pues mejor de día…” “se oye interesante, pero nada ¡wow!”.

No se sientan mal, lo entiendo. Es algo que afecta a la sociedad actual; cada vez requiere de mucho más para sorprenderse. Pero aquí es donde entra en juego la capacidad de asombro. Hay que ir con la mente en blanco, un poco desprogramados, si quieren ponerlo así, porque lo que se encuentra en esos lugares es absolutamente fascinante. Esa es la base de un complejo ecosistema, donde hay seres pequeños, vivos, raros y con modos muy diferentes de existir.

Para empezar nada se ve a simple vista; hay que reajustar “los criterios de búsqueda” por así decirlo, y para esto es importante escuchar al biólogo, en este caso Abraham, que era el que nos iba señalando lo que había escondido.

Levanta una piedra, mueve otra y nos invita a ver.

¿Ven esas patitas que se extienden por debajo de esa piedra como lombricitas? Es una especie de las Echinodermathas, muy parecida a las estrellas de mar- La saca y nos la muestra, delgada y frágil. Si la quieren tomar, mójense las manos- Y así continua conforme avanzamos- ¿Esos pelillos? Anémonas ¿Estas otras? Pepinos de mar ¿Ven esa roca? Cangrejo ¿Ya observaron como se mimetizan? Vean: estas algas tienen estas bolitas que se llenan de aire para que cuando suba el agua, ellas puedan flotar y estar más cerca de dónde da el sol.

Entonces levanté la mirada (y la lámpara de la cabeza alumbra más espacio) y lo que antes eran piedras, se convierten en pequeños mundos por descubrir. Ahora a buscar que es lo que anda rozando nuestros pies cuando nadamos en esa zona.

Encontré un gran caracol turbante. Abraham lo cogió y nos mostró como es que tiene una como puertecilla, con la que se encierran dentro por si viene un depredador, parece un ojo y con colores verdes y morados brillantes y bonitos. También encontré una “liebre de mar”, o babosa, del tamaño de mi puño.

La había visto moverse en lo que miraban alguna cosa. No sabía que era, sin embargo se hacía bolita y parecía parte de las algas que ahí estaban. Era del mismo verde… Hasta que por fin grité ¡se mueve! Y Abraham lo tomó en un contenedor, al tiempo que la nombraba, despacito, como para que la babosa supiera que estaba en confianza.

-Por aquí- dijo mostrando una protuberancia en el lomo de la babosa- luego avientan un chorrito como de tinta morada. No, no te preocupes, no es venenoso-

Se la mostró a todos, y después lo dejó en el mismo lugar, pero ahora no se hizo bola como al principio. Había perdido toda timidez y ya libre, se extendía cuan larga podía ser ante todos nosotros… O tal vez huía aterrorizado de nuestras lámparas inquisidoras, quien sabe que pasaría por la mente del pobre bicho, la verdad.

Así pasamos dos horas, más o menos, con haces de luz alumbrando distintos lugares a la vez. Nos encontramos cangrejos, solitarias anémonas peludas (así no se llaman pero así las recuerdo), pepinos de mar, percebes. Nos enseñó unas plantitas que tienen unas ramas en forma de pluma de ave que son irritantes a la piel. Hay que tener cuidado porque casi no se ven. En otras alberquitas, había pececitos y pequeños camarones, que a pesar de ser casi transparentes y estar escondidos en las ranuras y entre las algas, los delataba el brillo tornasol de sus ojos. Y muchos otros organismos más que no recuerdo su nombre

Ya acercándonos más al mar, vimos anemonas “cheerios” (sí, como el cereal) que viven en conjunto, y esponjas de fuego; seres de un color anaranjado, como si se tratara de una brasa de carbón encendido debajo del mar. Justamente esas eran las cosas de color rojo de las que nos había advertido Abraham al principio. Estaba fascinada con una enorme que parecía un cerebro del tamaño de una toronja.

Como precisamente ese día habían avisado que iban a bajar las temperaturas, hacía viento y frío; con los pies mojados se sentía más, y por eso no nos extendimos mucho, aunque en lo personal se me hacía que me faltaban muchas piedras por mover. Pero veníamos todos juntos y nos íbamos todos juntos, y emprendimos la retirada, pues aún cuando yo no tenía frío (o no me había dado cuenta), los otros pobres titiritaban, pues venían asoleados, de shorts y con apenas un rompevientos muy delgado.

Entonces, a caminar de regreso a la van y en el inter, lo mejor: me quedé mirando en una pocita, a un pez que nadaba todo tímido, y de pronto observé algo largo, que no era piedra ni planta, pero conforme la tocaba delicadamente (según yo) con la red, parecía estrecharse más con la piedra. Le hablé a Abraham, pues no sabía que era, solo veía esa parte verde con una franja negra, muy pegada a la piedra- Creo que ya sé que es- metió la mano y, no sin trabajo, la sacó: ¡Era una estrella de mar! Grande y, extraño, muy dura. Yo siempre pensé que eran aguadas o viscosas, por lo gráciles que se ven en los documentales.

La puso en un contenedor con agua y se la mostró a los demás que la asaltaron con la luz de sus lámparas antes de irnos. Me pregunté divertida ¿qué pensará? Tal vez estaba dura porque estaba aterrada la pobre. Después, obvio la regresamos ahí mismo, no como estaba realmente, pero si con mucho cuidado, pues la señorita se había rodeado de esas plantitas casi transparentes que son venenosas.

Regresamos a la van, ahí entregamos las lámparas, las redes, y yo le regresé a la playa la arena dentro de mis tenis. Y mientras manejaba rumbo al CEDO, Abraham nos contó que había gente que durante la marea baja se dedicaba a recoger los caracoles turbante y los cangrejos ermitaños para venderlos a acuarios. Es muy triste el asunto, sin embargo nos dijo que no había que juzgar a la ligera, pues esa gente había encontrado una forma de mantenerse y que nadie estaba exento de culpa.

Así es, ellos los recogen y es muy fácil señalarlos, sin embargo, cuando los compramos en un acuario estamos promoviendo este tipo de prácticas, por otro lado habría que buscar en que otra cosa similar se podrían ocupar estas personas. No es suficiente señalar el problema (que es un buen primer paso), sino también proponer soluciones, que es lo que busca el CEDO. Entonces, hay que poner atención en lo que hacemos, pues nuestras acciones pueden no afectar directamente, pero si indirectamente y este es solo un ejemplo.

Llegamos a la estación, nos agradeció, nos despidió en el portón de la entrada, como buen anfitrión, hasta que cada quien tomó su rumbo.

Abraham se queda ahí, en la torre del CEDO,  ese es su cuarto, donde pasa las noches tranquilas.

Entonces si me preguntan: sí, esta es una experiencia que les recomiendo. Yo sé que en la noche ya se diluyen todas las ganas de hacer otra cosa que no sea la horizontalización en un sillón o cama, o salir a platicar con los amigos, más si es un día pesado, pero si pueden hagan un espacio y realicen este paseo, aunque sea por curiosidad.

Recuerden, entren en contacto con ese niño interior que se fascinaba por horas viendo a las hormigas, imaginando su mundo y sus razones. Hay que sacudirse el peso de la adultez de vez en cuando.

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