No quiero crecer.

No quiero crecer. Me dijo el hijo de una amiga muy triste en su cumpleaños. Yo quiero seguir siendo niño. Miró algo nostálgico afuera. Y ellos solo quieren ser mayores. Y yo que solo dije ¡Wow! Cuanto has crecido, cuando lo saludé. ¿Por qué, mijo? ¿Cuál es el problema? No sé. Estoy bien así… Pero […]

No quiero crecer. Me dijo el hijo de una amiga muy triste en su cumpleaños. Yo quiero seguir siendo niño.

Miró algo nostálgico afuera. Y ellos solo quieren ser mayores.

Y yo que solo dije ¡Wow! Cuanto has crecido, cuando lo saludé.

¿Por qué, mijo? ¿Cuál es el problema?

No sé. Estoy bien así… Pero todos parecen muy contentos cada vez que me ven más grande. Solo los abuelos dicen que no importa.

No te preocupes, vive con lo que tienes… Ser un niño no es malo. Lo dije, pero realmente no lo sentí. En ese momento lo creí una ñoñería. Me puse de pie y le despeiné condescendiente. La verdad es que nunca he sido muy buena tratando a los niños, y los hijos de mi amiga me tienen una paciencia que qué bárbaro.

Sin embargo, esa breve conversación me caló y le pregunté a mi amiga, que le ocurría a su hijo.

Es que luego se junta con niños más grandes  y ya no quieren jugar a lo que él juega, o pegarle a la piñata (algo imposible, ya que a todos nos gusta pegarle a la piñata), o salir a pasear con Deisi (la perra). Eso le acongoja mucho.

Nos sentamos en el área “de adultos” en su casa; la sala o la cocina (dependiendo de la hora) y observé y escuché a los chiquillos que por ahí andaban.

Niños que tienen la oportunidad de ser niños, viven obsesionados con la idea de ser grandes… Quieren dinero, quieren ropa de moda, quieren lucirse, quieren carros, ya no bicis, quieren salir ir a plazas, dar vueltas, beber café y hacer nada porque todo lo demás son niñerías, presionan para tener novia y ya están pensando en el trabajo que deberían de tener.

Ahora recogían los dulces de la piñata cuidando de que su ropa no se manchara de pasto, porque después irían todos a la plaza.

Las mamás fascinadas “piensan en su futuro” dicen, Incluso recuerdo haber escuchado  en algún lado “mi hijo es todo un hombre de negocios. Les vende caro a sus compañeros y ya entiende el valor del dinero”.

Llegó una mamá a la cocina, a preguntarle a mi amiga si no tenía “snacks  más sanos”. Llevaba tacones, maquillaje, hermosos tintes en el cabello  y con toda el aura de una mujer ocupada, en su trabajo, como en su persona, y a su hijo regordete por delante, como exhibiéndolo por comer chucherías.

No, pensé cuando me dejaron sola y vi al cumpleañero acariciando a Deisi con ojos tristes, porque  ella no estaba incluida en las aventuras. No son niñerías. Les estamos arrancando la vida infantil como gajos de mandarina (que por cierto me estaba comiendo una, la “opción sana”), porque un niño sereno, prudente y mesurado  (en fin, más “adulto”) hace el trabajo de los padres más fácil.

 

Cuando era pequeña, si me regalaban ropa era de los regalos más decepcionantes (solo precedido en la escala del horror, por los calzones que siempre regalaba la abuela). La suciedad podría ser un tema de frustración para mi mamá y una gran fuente de risas para mi padre, pero sin duda no era un tema tabú.

No había prudencia y todo era posible; el perro podía jalarnos a mí y a mis hermanas sentadas en una patineta si amarrábamos una salchicha a un palo, e incluso hacer una balsa con una hielera o  caer despacio con un paraguas.

Las caídas y raspones no eran algo de temer, eran gajes del oficio.

¿Recuerdan? La ropa servía para hacer “representaciones” u obras de teatro. Las piñatas eran hermosas, llenas de premios y el momento justo de abalanzarse, era algo para lo que te habías preparado mental y físicamente. Romperla era lo mejor, era el epítome del ingenuo salvajismo infantil (en el buen modo). 

Había cabida para la magia, la fantasía, las historias de los abuelos… creerse que algún seríamos astronautas (sin tener en cuenta el horror indescifrable y tangible de las matemáticas y la física).

También había cabida para los “lonches” deliciosos sorpresa, íbamos a las fiestas y comíamos de lo que hubiera,  sin que mamá saliera a ponernos en vergüenza con todo mundo, preguntando si tenían opciones sanas por que el azúcar y la grasa arruinan la figura y las horas de sueño.

Así era. Una vida de aspecto sencillo. Los adultos estarían ahí para guiarnos (o ponernos el temido mertiolate en caso de raspaduras) y las mascotas para ser cómplices de nuestras travesuras.

Por todos lados leemos sobre lo hermoso de la risa infantil, lo relajante de su  desenfado y la sabiduría de sus cuestiones ante la vida, la forma única de ver el mundo.  Y aun así, por practicidad, los queremos “adultalizar” con riesgo mínimo,  sin mencionar que la computadora, las tablets y la televisión hacen de nana fantásticamente.

¿Han escuchado las soluciones que dan los niños a diferentes problemas sociales del mundo? Es impresionante.  Peques en debates políticos esclarecen situaciones con una simplicidad, que los mayores obscurecen de vuelta con un “no es tan sencillo”.

Niños como Ryan Hreljac,  que le dio agua a más de un millón de africanos, Malala Yousafzai, la niña que defiende el derecho de las niñas a la educación, Iqbal Masih, que se fugó y peleó contra la esclavitud infantil,  Katie Stagliano, que con una col que peso 20 kilos, alimentó a 275 personas en un comedor, los niños Triquis campeones internacionales en basket ball. Jorge, Héctor y Rafael, de 13 y 14 años que gracias a su interés por la robótica, , se han colocado en la élite de los creadores robóticos en México y Estados Unidos (dejando a la NASA con la boca abierta).

 

En eso salen zumbando de sorpresa tres chamacos todos pintados del baño, gritando que eran apaches (¿Quién juega a los apaches ahora? Es que vieron la del Llanero Solitario, contestó mi amiga).

Hubo en el jardín muchos asustados por el ataque sorpresa, globos con agua y vinci. Salí y por metiche me tocó uno azul. Era el caos, Adrián, el hijo de mi amiga estaba fascinado. Sonreí. 

Esa es la idea del Día del niño: un día dedicado a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo, en el que se le  destina a actividades para la promoción del bienestar y de los derechos de los niños del mundo. Como un cumpleaños a nivel nacional y también un recordatorio a los demás para que reflexionen sobre  lo que es “Ser Niño”.

 

En noviembre de 2014, Neil deGrasse Tyson, conocido Astrofísico (presentador del actual programa “Cosmos”) dio una conferencia “NDT” que se celebró en el Colegio de la Santa Cruz en Worcester, MA. Y entonces el video (https://www.youtube.com/watch?v=rVwQ9jBuoFA) sobre la pregunta de una niña de seis años se hizo viral:

¿Cómo puede una niña de primer año ayudar a la Tierra?

“Ok, déjame pensar” Entonces Neil, se sentó en el piso y le respondió, sin prisas.

“Cuando yo estaba en primer grado, tenía curiosidad acerca de muchas cosas. Esto es lo que quiero que hagas cuando te vas a casa y empiezas a hurgar en la cocina … ¿alguna vez abriste los armarios y sacaste las ollas y sartenes y los golpeaste? ¿Tus padres te dejaron? Diles que no te lo impidan”.

“No eres más que ser una niña y te gusta explorar cosas … A tus padres no les gusta porque las ollas y sartenes están sucios y porque es ruidoso. Pero para ti es divertido y … en realidad estás haciendo experimentos. ¿Cómo suena la cuchara de madera contra  la olla de aluminio, o cual es el sonido de cuchara de metal contra la olla de acero? Y todos ellos hacen sonidos diferentes y es divertido, ¿verdad? “

Si está lloviendo fuera y hay un gran charco, ¿qué es lo que quieres hacer con ese charco?”

“Saltar en el… Pero mis padres no me dejan”.

“Dile a tus padres que dice el Dr. Neil deGrasse Tyson que te dejen saltar en el charco. Porque cuando saltas en uno grande, fangoso, es divertido ¿no? Eso es completamente divertido … Estos son experimentos. Simplemente diles a tus padres que son experimentos y que quieres convertirte en un científico y entonces,  no te impedirán hacer cualquier cosa que desees. “

Todos los niños son científicos. Todos son curiosos y todos hacen experimentos…

Me espabilo cuando mi amiga me estrella otro globo con agua pintada y empiezo a buscar donde tienen ocultas las municiones.

Tiene razón Adrián. Yo tampoco quiero crecer.

 

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