La entrevista con Susy Mazón: maestra, teatrera, rockera y reportera… y mamá
—¿Y qué? ¿A poco no tienes a nadie más que entrevistar?— Repela Susy cuando le pido tiempo y espacio para una platicada.
—Supongo que sí, pero yo te quiero entrevistar a ti.
—¡Ay no! ¡Por qué! ¿Yo que hice?— Se acomoda y soba el cabello, un gesto muy típico de ella.
—“Ahí está el detalle”, Ya veremos mi estimada Susy. Si no sale nada interesante, por lo menos nos habremos tomado un café.
Susy Mazón (Azucena, no Susana), es el epítome del “las horas no alcanzan”, de lo ocupado y de las prisas; siempre apurada y con el tiempo encima.
Periodista, pero también presume (y goza) de múltiples talentos, como el teatro y a música. Aparece en todos lados y anda en todo; de juez en algún concurso, de maestra de EIA del INBA en la tarde y en la mañana al Montessori, de guionista, cantante a deshoras en un bar, actriz, y obvio, de reportera de varios medios (incluido RockyPoint360). Mamá y anecdotaria de tiempo completo (soy fan de las historias con sus hijas en Facebook). Lo qué si no sé, si hace macramé, tendré que preguntarle.
No me gusta decir «teatrera». Ella es artista y punto. De las mejores que hay por aquí. Cada que se caracteriza es alguien diferente, con ser y voz propia. Es seria y entregada.
Crea, construye, se transforma. En su monólogo “El chelista de Sarajevo”, me dejó (y creo que no solo a mí) con la quijada en el piso. Escondido dentro de ese cuerpo menudo, vibra a velocidades ultrasónicas, el talento. Es excelente.
—Entonces Susy— le comenté en otra ocasión.
—Pues… no sé ¿o sea que sí va en serio?
—Que sí, mujer… ¿Cuándo?— insistí
—El domingo tengo chancita, antes de preparar la Pastorela con Randy—Pisábamos diciembre y la famosa pastorela de Susy se acercaba— Pero ¿en serio? ¿te cae?
—¿ A qué se debe tanta resistencia, Susy?— pregunté con algo de sorna.
—No, nada… Es qué… Con lo observadora que eres, y con las cosas que luego incluyes, pues… No voy a llegar como la Guille al carnaval, pero por lo menos bañada y con los dientes lavados.
Me reí y quedamos. Yo en Koffe House desde las 10 de la mañana. Ella llegó a las 11, bañada y con los dientes lavados, como prometió.
Pedimos café, negro, con refilles y un postre para compartir.
—Ora pues— se envalentonó después de dos sorbos— “Pregúntame, caón pregúntame”—Remeda a un personaje de Eugenio Derbez.
—Ora pues… Aviéntate un poco de «historia de Susy»— di un trago al café y ante su cara de «a ver, por donde empiezo», continué— digo, te he oído cantar, y cantas padre, he visto fotos de que anduviste en un grupo rockerón… (¿ o eso no debe salir en la entrevista?)— Casi le salió el café por la nariz, pero dio su aprobación— te he visto actuar, y luego, te presentas como reportera. ¿Cómo? ¿En qué punto se juntaron?
—En Hermosillo, en el 96, 97…Mira… siempre había querido hacer teatro, pero… decidí estudiar comunicación. O sea, soy comunicóloga. Entonces a la par de estudiar comunicación, estudiaba teatro. Y me gustaba más teatro. Incluso… en sexto semestre de comunicación, quise salirme y dedicarme de lleno al teatro, entrar a la licenciatura. Pero en mi casa me dijeron que no, «cuando termines comunicación, te dedicas al teatro». Entonces dije Ok. Terminé la carrera de comunicación, me gradué y seguía estudiando en la Academia de Arte Dramático en la Universidad de Sonora, (que no es la misma que la licenciatura), ahí durante tres años. Entramos 28 y a la vuelta del último semestre era yo sola, no había nadie, pues hacía puros monólogos. ¡En serio! Era la única estudiante de sexto semestre y duré dos años más. En total me hice cinco años en la academia.
—Tres años con compañeros y dos sola… No sola, sola. Me metía como asistente de dirección, estaba muy cerca de los maestros y los acompañaba en las giras y los ayudaba a dirigir y tenía montado un monólogo que se llamaba Los Camaleones de Oscar Liera, que duró una temporada. Luego luego, empecé a hacer teatro infantil por muchos años, con Julio Patricio Cárdenas y no quería reportear, yo quería dedicarme exclusivamente al teatro. Fíjate. Estuve dos años dedicada al teatro, aunque no se puede decir que “dedicada” porque hacía muy poquito teatro, pero siempre estaba de funciones pero en una sola compañía, entonces no me alcanzaba para nada. Estaba en teatro infantil y luego el Tenorio cómico dos años, y así brincando de uno a otro (teatro infantil, tenorio, tenorio, teatro infantil). Al mismo tiempo, antes de salir de la universidad, integramos una banda… En los dos mil, empezamos. Se llamaba «Parodia» y cantábamos covers de Santa Sabina (y no decían que si éramos parodia de Santa Sabina). Era vocalista y tocábamos mucho, en la uni y en varios lados (por ahí conocí a Nina en el cineclub. Era a quien les rentaba películas a un peso) y tocábamos mucho para la escuela de letras, la de comunicación, íbamos a festivales. Entrábamos a concursos y luego ganábamos, por eso grabamos un disco.
—¿Cómo? — Los eventos en la memoria iban como bolas de nieve. Cada uno tan interesante y tan simpático como el anterior.
—Mira, de llevar tres meses de formarnos, entramos a un concurso y ganamos el tercer lugar. Al año, volvimos a entrar, ganamos el primer lugar y grabamos. Dos demos grabamos… mentira ¡tres! Porque luego grabamos para una morra que se iba a graduar del “Veritas,” una escuela de producción, y nos grabó para graduarse. Los dos discos que grabamos, fueron de premio. O sea, nunca pagamos para grabar. Y era música alternativa, ya vez que todo lo de la Sabina. Aparte de covers, hacíamos nuestra música. Yo hacía la letra, la voz, y la melodía y ya el guitarrista se encargaba de los arreglos y la música.
Nos fuimos al D.F. en el dos mil uno. Yo me fui a trabajar a un Sanborns, allá. Iba con toda la intención de estudiar teatro al CUT (Centro Universitario de Teatro) de la UNAM. Esa era toda mi tirada: Hacer exámenes para entrar al CUT, y entonces se fueron todos los de la banda conmigo. Estuvimos allá un rato— se empinó la taza y justo en ese momento, interrumpió amablemente la mesera, que si «estábamos bien».
—¿Te encargo más café?— Le comenté— Y un vaso con agua.
—Sí, yo también… más café y leche, si tiene ¿no? Gracias— se acomodó el cabello, remató el último chorrito dentro de la taza — Ahora sí…¿en dónde me quedé?
—En México, Sanborns, CUT y todos contigo—
—¡Ay! ¡Qué gacha!— se carcajeó con esa risa afónica que luego le sale— eso suena a montón ¡Noooo!
—¡Bueno, pues!— también reí— Ante la premura, fue el resumen que se me ocurrió.
—Entonces— retoma la seriedad del relato— Estaba yo recién graduada, y allá íbamos a pedir chance en los bares para tocar, y yo era la que m encargaba de las relaciones públicas. Fuimos al Foro Alicia, en noviembre y bien emocionados «¡Sí! Del norte, qué padre. Les vamos a dar chance de tocar, son foráneos, los ponemos en la lista»… Bien buena onda, pero nos anotaron para hasta febrero, para abrirle a no sé qué grupo y nosotros así de «Ah, orale». Ya qué ¿no?
Estaba ya en una escuela de teatro, (un taller, de hecho, pero muy bueno) en el centro Cultural José Martí, preparándome para entrar al CUT; metí mis papeles, me traje el material para prepararme y … Yo en el Sanborns, en la farmacia. Quería entrar de mesera, pero me dijeron que no, que estaba muy chiquita y que me iban a tumbar las charolas, que me iban a tirar. Los demás se fueron regresando, aguantaron nada más como tres meses. No aguantaron la presión. Tocamos como tres veces, nada más. Y… entonces yo me vine a Sonoyta, y ya no regresé. Ya no volví al DF.
En el silencio (como redimiéndose de su anterior intromisión), aprovechó la chica para servirnos más café. Susy miraba los barquitos pasar y después del «gracias», siguió, sin que nadie tuviera que hacer resumen.
—Nunca hice el examen, y es una espinita que llevo y que nunca me saqué en la vida, porque igual me hubieran dicho, no… no entras, y no pasa nada, pues… O ¿qué si sí hubiera quedado? Porque en realidad a los norteños no les iba tan mal ahí. Sí, llegaban todos muy salsas, acá, de «yo soy fulano y he hecho y he trabajado con tal y tal y tal», y les bajaban los humos bien gacho, o sea, ahí no eres nadie, pero ya pasado eso, tenías buen chance.
Regresé a Hermosillo, regresé a hacer teatro…
—¿A Hermosillo?— interrumpí pensando que en algún lado me había perdido yo en la conversación
—Si, o sea, del D.F., me fui a Sonoyta, con mi familia, pero de ahí me regresé a Hermosillo… ¿qué no estás poniendo atención?— regañó y se rio.
—Pues yo pensé que sí— me encogí de hombros— de cualquier forma todo está aquí— señalé el teléfono, muy segura de mi misma, y segura de la tecnología.
—Bueno…— y no aguantó las ganas de bromear —¿Y sí sigue grabando? Porque luego se paran y uno aquí hablando como merolico y luego «¿podemos repetir la entrevista» y luego uno ya no puede— le enseñé la pantalla, que seguía caminando, acumulando minutos— Ok, entonces ¿en qué iba?— Sorbida al café, mirada inquisidora. Le dirigió un vistazo a la marina para agarrar inspiración.
—De regreso a Hermosillo— conteste diligente.
—¡Ah, sí! regresé a Hermosillo, yo haciendo teatro. Con los chicos de la banda, nos reintegramos seguimos en el grupo, todo igual, con otro bajista, nada más… Hasta que, por azares del destino, estaba yo cantando karaoke en un bar, y estaba ahí un conductor de noticias. Yo estaba ahí cantando una canción de Kenny y los eléctricos, No huyas de mi (me acuerdo) y el señor de «¡La quiero de reportera!»— se levantó e hizo la mímica acusatoria— Yo no estaba en muy buenas condiciones y así, pero el señor necio con «ella me gusta para reportera». Pues bueno.
Y ya, al otro día, me presenté con el señor y empecé en… ¿Emmm…Mtv? ¡Ah, no! MVS noticias— soltó la carcajada— Mtv hubiera sido otra onda jajajaja. Acá yo en el springbreak— reímos las dos. Definitivamente hubiera sido un giro muy diferente en la vida de Susy… O… quién sabe — Y ya estuve ahí desde que entré, pajareando. Como ave fénix llegaba. Todo era un rollo light, digo no era muy formal el asunto. Y te estoy hablando del… dos mil dos…del dos mil dos a la fecha.
A reportear, entre cubriendo lo de las elecciones que ganó la alcaldesa de Hermosillo (María Dolores del Río) y de gobernador, que ganó Bours. De ahí para adelante, trece años, sin parar… Y me encanta y no me arrepiento. Cubriendo todas las fuentes: gobernador, ayuntamientos, Congreso (muy poquito); policiaca: me dediqué exclusivamente dos años a pura policiaca. De hecho estuve en un programa muy popular de Hermosillo que se llamaba Bandas y Bandidos, y (no te rías) yo era la reportera que se supone que andaba en un helicóptero. Entonces, “se supone”, que yo bajaba del helicóptero a hacer las entrevistas al lugar de los hechos, muy elegante. Era mi entrada pues, pero la verdad es que yo llegaba en el camión… ¡No no es cierto! Jajaja… Llegábamos en bola con los de la policía, andábamos todos juntos. Era la “chiki malandrina”— me reí— ¡Neta! Y aún existe ese programa.
No era un noticiero, era un programa policiaco. Yo me encargaba de los partes; los mandaba desde la mañana de la comandancia y el conductor (Beto Bandido, súper popular en Hermosillo) leía el parte, y de ahí sacaba toda la nota; ponía las claves de lo que eran los hechos y lo platicaba. Era una nota platicada y había muchas broncas, porque luego la gente se juntaba afuera de la estación, a reclamar.
También entraba así con voces ¿no?… Tipo de «¡resulta que llegó este caso de violencia intrafamiliar. Resulta que llegó el hombre hasta la maaa… tengo en línea a tal!» y yo hacía las voces de las mujeres golpeadas y así. O sea, sí era un programa muy escuchado, pero también era un programa muy polémico, tipo de “¡Lo que pasa es que su hijo es un rata!”— esto lo platicaba con toda la parafernalia, acusando con el dedo y todo— y el papá del muchacho afuera queriendo tirar la puerta… Hacía que tuviera un buen de rating, pero también un chorro de broncas.
En lo que se cuenta todo esto, la mesera ha pasado algunas veces a rellenarnos las tazas, para que “no se nos enfríe el café”.
—Y ya de ahí seguí haciendo teatro, fueron como unos tres años que… no, más, que había días bien padres de, en la mañana a reportear, en las tardes, al Tenorio y en las noches con la banda, a tocar. Más que nada, en fines de semana pasaba eso, que se juntaba todo. Fue una época muy plena, porque hacía lo que quería.
Ya cuando tenía como cinco años tocando, pues ya me tuve que venir para acá, pues mi familia es de Sonoyta. Mi mamá enfermó y fue cuando me empecé a acercar…
—Pero… ¿llegaste aquí a Peñasco o a Sonoyta
—Nononono, jamás, no, a Sonoyta, nunca. No trabajaría ahí, y nunca fue mi tirada hacerlo, en Sonoyta, no. Es una plaza de mucho riesgo, muy…difícil, digamos. Lo más cerca de mi familia, pero sin estar ahí. Y llegué aquí a Peñasco.
—¿De reportera?
—Ajá— asintió mientras sorbía— Como corresponsal de Radio Sonora en Telemax (y yo nunca trabaje en Radio Sonora y Telemax en Hermosillo). Y ya tengo nueve años aquí… Y, volviendo al teatro — dejó la taza sobre el platito—, llegando llegando (bueno, a la semana), busqué donde integrarme a un grupo de teatro, pero «no pues no hay nada. Pos tú aviéntatelo». Si quería yo teatro iba a tener que ¡hacer todo! que dirigir, producir, juntar, actuar, conseguir todo. Pues, metí un proyecto, a esos programas de desarrollo cultural, para hacer teatro infantil y … trabajar por tres meses, que se extendió a dos años… bueno no era teatro infantil, era para jóvenes. Trabajábamos con ¿Quién mato a Rosita Alvires? Un texto que me dio una persona de aquí, Enrique González, pero que ya murió (hace dos años). Un texto muy padre que él mismo me entregó, basado en el corrido de la Rosita Alvires, pero le daba un giro, que trataba temas como machismo, violencia familiar y todo eso. Lo llevamos a las secundarias, a las preparatorias, al CERESO, donde podíamos. Éramos un grupo de cinco compañeros, jóvenes. Entramos a un concurso, ganamos a nivel regional, y nos fuimos a la estatal con esa obra. Nos fue muy bien.
Ya después entré a dar clases en el Tecnológico, de teatro y ahí me fui haciendo de más “adeptos”. Ya después conocí a Valdemar Arrieta como en el dos mil… ocho, que ya se regresó a vivir aquí y ya nos organizamos para hacer una pastorela (la primera pastorela ¡yuhu!. Bueno, ellos y habían hecho pastorelas hace algunos años atrás…) — suspira para retomar el hilo de las ideas (supongo) — ¡Ah, bueno! También daba ponencias en ese inter, en Hermosillo, sobre la situación entonces del teatro en Puerto Peñasco (lamentable, si he de decir). E iba a todo tipo de encuentros (ahora ya no, porque el ser mamá ocupa todo mi tiempo), así tipo “¡Mujeres al grito del teatro!”—gritó como si tuviera un estandarte—. Y entonces, como aquí no había más, de representante iba yo, estaba yo dirigiendo tres obras de teatro (y me aventaba mis mil horas de camino), y todos «¡Wow! ¡Que chido! ¡Peñasco!». Llegabas con una ponencia, te daban un grupo de licenciatura para que lo dirigieras. Muy interesante y con gente de altísimo nivel, gente que llevaba más de 20 años trabajando en teatro, entonces, éramos dos o tres que íbamos así nuevas. Te cohibías un poquito, pero a la vez te sentías «acá». Pero en realidad poníamos el panorama de cómo nos iba (y la verdad, quedábamos muy mal); no llegabas bien salsa presumiendo todo un recorrido, toda tu trayectoria, ni nada. Llegabas con lo que tenías, y la lucha que estabas haciendo por abrir los espacios, por picar piedra y porque la disciplina se abriera más.
También en un encuentro de Directores teatrales Sonorenses, con Sergio Galindo, Jorge Celaya, gente que ya tiene también muchos años de estar en el teatro, dirigiendo… y yo ahí, tratando de poner el mapa… bueno no en el mapa, pero si enseñar lo que se hacía en Peñasco, que era muy poco ¡pero ya había! ¿no?
Gente entra y gente sale del restaurant. En eso, se acerca sigilosamente Alan Munro a saludar a Susy.
—Si hasta parece que andan en drogas duras— bromeó.
Al parecer la mesera ya había pasado algunas (demasiadas) veces a rellenarnos la taza, y algo en la pupila nos empezaba a brincar. Platicó brevemente, mandó saludos y se despidió—Provechito, bueno, las dejo, sigan en su entrevista
—¿Si te dije que también hice los coros para Alan en uno de sus discos?— anotó Susy en cuanto se fue Alan.
—¿Cómo?
—Cuando grabó la Mal Agradecida, me tocó grabarles una que se llama Sin Flores ni Gloria, de sus primeras grabaciones. Entonces estaba en el Veritas, que ahí estaba la morra que nos grabó una vez, (ahí daban, producción musical, pedagogía musical y derecho… Si ya sé, bien raro) … En esa escuela, y en el Sanborns, fue donde yo terminé la tesis, porque no tenía computadora, entonces me metía a sus salones cuando no había nadie, a usar las computadoras. Y en el Sanborns, a revisar, para no regresarme a mi casa a dormir, me tragaba mil cafés, como ahorita. Bueno, yo les advertí desde el inicio «no sé hacer coros» y aun así quisieron, pues vamos.
Es que yo no sé de música. En la banda, era la única que no sabía de música así bien, al nivel de ellos. Es más, ¿ya vez que yo me encargaba de la letra y la melodía? Bueno, tarareaba así vilmente de «lalala lalalá» y así, y el guitarrista me iba agarrando la onda, luego le decía (te lo juro), «no, así no, más rosita… tú si me entiendes, así pues, pero más rosita» ¡Y me entendía! ¡Agarraba la onda! Bueno pues, entonces pues él, Alan, me dijo que hiciera los coros y yo ni al caso. « Hazlos una octava más arriba» y yo «Octava…ok… a ver » Me daban el tono en la guitarra y me decían «¿ya lo tienes?» y yo «sí» pero al rato, que lo escuchaba, terminaba cantando en el mismo tono que él, pues… Hasta que ya de plano dijo «Mira ¿sabes qué? Mejor haz figuras?»
—Disculpe usted mi ignorancia pero… ¿Qué es eso de figuras?
—No tiene usted porqué disculparse… Las figuras, son como lo que hace Ely Guerra cuando canta con el de La Ley (el grupo, no el supermercado)… Beto Cuevas ¿recuerdas? «sin dolor no te haces feliz…sin amor, no sufres más» ¿Ajá?—Asentí— Esos gritos medio arabescos encima de la voz de este bato, Beto, esas son figuras. Entonces imagínate a mí aventando figuras.— y profirió extraños gritos «OOOaaaaaaaUUUUEeeeeeeAAAAoooolaalalalaAAAEEE»— El pobre de Alan me miro y dijo «Bueno pues no era lo que yo tenía planeado, pero ya que» Y así se quedó. Pero ¡Se los advertí!… ¿Qué más?
—Am, no sé, ahora si me agarraste en curva…
—¡Ah sí!… Ya después del intermedio, sigamos con lo del teatro… Oportunidades que se dan y te abren otros horizontes, porque haces contactos, te pasan textos, te enteras de lo que están haciendo en otras partes y ya te vas haciendo una idea. Porque si te quedas a trabajar desde Peñasco, con gente de Peñasco, y no te abres a oras partes, pues, aun con el internet, no tienes ese alcance. Para dirigir teatro, para hacer teatro, requieres de contactos de gente de teatro y de moverte, renovarte, ver tú lo que se hace otros lugares, porque el teatro es vivir las cosas.
Y ya, empezamos con la Pastorela dos mil ocho…—hizo memoria— Sí, dos mil ocho, porque luego murió Valdemar y ya no se hizo… Abrimos la convocatoria, nos juntamos y llegaron de todo: policías, reporteros, maestros, amas de casa. Era más un rollo colectivo, no algo rígido de «vamos a hacer teatro»—y puso cara de dictador— sino algo más relajado. Pues ni modo que nos pusiéramos exigentes, era gente que, incluso ni en la escuela, había llevado algo de teatro: lo que había visto en la tele, si acaso. Había gente incluso con pánico escénico… Fue un experimento interesante… Pero mira: ese primer año, la presentamos tres veces, y fue bien. O sea, el teatro se llenó al setenta por ciento. Lo presentamos a la Cruz Roja y la otra en la San Rafael, nos invitaron y fuimos. Todas sin cobrar un peso; cero pesos…no teníamos nad… ¡Ah, no! — Truena los dedos— ¡Hicimos una velada! Ya me acuerdo. Una velada donde cantamos, hicimos una noche bohemia y así, sacamos recursos. Y ahí sí cobramos, para juntar, porque los vestuarios, todos se hicieron. Y ya de lo que quedó, se repartió. Muy importante eso… Es como un pago simbólico por todo su esfuerzo. Verás, es gente que no se dedica a esto, entonces le tiene que quitar tiempo a lo que ya hace, y le pone energía, horas de ensayos, ganas… Es una forma, (aunque les alcance acaso para un seis) de reconocerles.
Esto lo hacíamos, por gusto, para reírnos «vamos a hacer una pastorela y vamos a hacer reír». Entonces ya, cuando falleció Valdemar, no se hizo y del dos mil diez en adelante se ha hecho, puntualmente (bueno…). Se hace sin un solo peso.
Yo agarraba (y agarro) una pastorela y la destruía totalmente o retomaba de varias pastorelas. De lo que se trataba es de meterle chistes locales, gags, temas políticos, secretos a voces…
—Muchos de los que ya estas enterada, por la reporteada.
—Exactamente—señala con la palma de la mano hacia arriba— ¿Ves? todo se une… Aunque bueno, siempre hemos buscado no meternos en rollos personales. Y todo se filtra, para no tener sorpresas y todos saber que van a decir todos… Eso lo hicimos ya después de dos o tres veces que nos pasó, que alguien salía con un “chiste” totalmente fuera del guion, cosas muy fuertes, y todos «en la maaaaa…¿qué dijo qué?” Y la gente del público seria, seria.
El asunto principal es mofarte de las cosas que uno cree que ya se aceptaron. No echarle en cara nada a nadie, todos estamos en esto, tanto los que presentamos como los espectadores. Queremos reírnos, no acusar a nadie.
Cinco personas hemos estado en todas las pastorelas, entran y salen, entran y salen. Se hacen sin un peso, todo se promete. Si nos va bien, que chido, si nos va mal, pues a todos por igual. Al final ya con lo que sale, se reparte.
—¿Ya no han hecho veladas?
—Fíjate que no, ya desde que cobramos las entradas, con eso repartimos y nos ha ido bien. El año pasado (2014) hubo gente que se quedó afuera porque ya no había lugar. Y si se ponían padres, pero luego es mucha friega. Entonces todo se saca de ahí, de las entradas y de ahí se pagan todos los gastos.
Se hace mucha chamba, mucha, desde el guion, la preparación, los personajes (porque tengo que ver cuantos le entran, para saber cuántos incluyo)…
—¿Cuánto se lleva, más o menos, preparar la Pastorela?
—Mira, es como un mes… mes y medio (siempre decimos que lo vamos a hacer antes, pero nada más no), y son como ocho horas semanales, mínimo. Y el asunto es que todos tienen cosas que hacer; trabajan, tienen hijos, compromisos… Entonces hacen de lado muchas cosas… Y en los ensayos es una locura, una total locura. Es una producción de fin de año. Soy ama de casa, madre de dos hijas, reporteo, doy clases, voy por las hijas, doy clases…Ando en vueltas.
Hoy… ahorita, bueno, en un rato— mira el fondo de la taza y la pantalla de su reloj— por ejemplo debería de estar preparando unas cosas con Randy… Pero bueno, creo que ya hablé demasiado y no te he dejado a ti decir casi nada… “Pregúntame, caón, pregúntame”
—¿Qué onda con la reporteada?— arrojé de inmediato.
—Me encanta, la verdad me encanta, y le estoy muy agradecida a este trabajo. No me imagino haciendo otra cosa. Esta carrera ha sido muy noble conmigo. Fíjate, mi único miedo al respecto, es perder la capacidad de asombro…En cuanto lo pierdes, se te va el amor. Porque muchas noticias luego son repetitivas, o cíclicas, entonces ¡ahí! es donde le tienes que meter creatividad, verlas desde otro ángulo, narrarlas desde otra perspectiva, aunque las historias parezcan igual, las personas no lo son. Eso es también el periodismo, las diferentes voces y una persona como centro, porque estás ahí y quieres dar a conocer eso de lo que se habla…. Bien… ¿Alguna otra pregunta?
De todas las preguntas aún pendientes, solo se me ocurrió preguntar una.
—Oye Susy y ¿haces macramé?- me reí ante mi tontada. De alguna forma ya intuía la respuesta
—¡Ay no manches, morra! ¡¿A qué hora?!-