De turista en el Circus Mexicus

Después de algunos años, por fin fui al Circus Mexicus de turista. Pensarán que es lo mismo, pero no. La preparación para ir a los eventos es muy diferente. De cajón siempre es usar ropa cómoda y un desodorante duradero. De ahí sigue gorra, bloqueador y /o mousse por que la brisa deja el cabello […]

Después de algunos años, por fin fui al Circus Mexicus de turista.

Pensarán que es lo mismo, pero no. La preparación para ir a los eventos es muy diferente.

De cajón siempre es usar ropa cómoda y un desodorante duradero. De ahí sigue gorra, bloqueador y /o mousse por que la brisa deja el cabello algo raro. Pero subamos de intensidad.

Hay que cargar pilas para las cámaras. Sí, plural. Porque no señoras y señores, no llevamos solo una cámara; y si llevamos solo una, necesitamos  varias pilas, tarjetas de memoria, en ocasiones más de un lente. Flashes (pilas para éstos). ¿Necesitamos que las fotos no salgan movidas? Requerimos de un monopié. Si ven por ahí a alguno de nosotros “muy ligero”(una cámara con un solo lente), lo más seguro es que haya uno o dos más como burro de carga.

Obvio, el celular también tiene que ir “full charged”, así como también el power bank (no vaya a serla de malas que nos quedemos sin batería).

Todo eso incrementa el peso de la bolsa. Ahora bien, nos falta el agua, la cartera y todo lo demás que cada quien lleve en la privacidad de sus bolsos o bolsillos.

Eso, antes de salir.

Ahora, estar cubriendo un evento, significa no parar. No es algo horrible, no. Se hace sin pensar, disfrutando cada foto que se hace; entras por todos lados, front stage, back stage, VIP, entrada, casi casi entras también a los baños con cámara en mano por si ves algo interesante.

13446367_10153542040340718_2106306620_oTu palabra de batalla es “permiso” o en su defecto “excuse me”.

Te metes entre la gente (y que soy un poco más chaparrita que muchos) y tratas de competir con todas las manos con celulares que también quieren un bonito recuerdo de la ocasión. Estar ahí, cazando, alerta en espera o moviéndote rumbo al momento fotográfico. No salió, se atravesó un brazo, hizo cara fea, se puso detrás del micrófono, quiero una de cuando toca la guitarra, etcétera. Sin contar los que te ven tomando fotos y te extienden su cámara y posan, pidiéndote que si les tomas una (si es un grupo grande, luego tienen la genial idea de pasarte el celular de cada uno.

Te tomas una cerveza y sigues. No está mal “beber en el trabajo”; te relaja, te refresca, te ambienta (si quieres) y… no se puede hacer de forma continua. Con tanta cosa, ocupando las dos manos, o llevas asistente o te acuerdas donde la dejas. A veces nos las arreglamos acomodándola en algún lado de la bolsa o algo así, sin embargo, el riesgo es grande si gotea, se derrama o voltea.  Imaginen a alguien cantando, bailando, que sin querer tropieza contigo y “fiiiizzzzzggggg” mueren pilas; o chorrea en la otra cámara o en los lentes (horror). Así que no. Te alejas, tomas tu cerveza (como tus cinco minutos snickers) y de nuevo te sumerges entre la multitud.

También hay una preocupación si hay brisa, humedad, viento, si avientan agua. El asunto aquí es la integridad del equipo fotográfico.

La otra es andar con el celular captando imágenes y decidir cuál es la más representativa para compartirla. Todo un trabajo de equipo.

Al final del día la bolsa pesa ¿Recuerdan una anécdota de una psicóloga que sostiene un vaso de agua? No es lo que pese, sino por cuánto tiempo se haga.

Luego es llegar y ¡pum! Descalzarte, bajar las fotos, resguardarlas y si se puede, editar algunas. Limpiar las cámaras.

Y si al día siguiente sigue, dejar cargando las pilas…

Pasión por la foto.

Pero ahora me tocó ir de “turista” y fue muy bello.

Me fui armada con solo un celular y una botella de agua. Me compré cervezas, me senté en una orilla. Saqué el celular y tomé una que otra foto, jugué con selfis y fue muy agradable simplemente estar ahí.  Disfrutar de la música. No me sé muchas canciones, pero las reconocí porque las ponen en la oficina. Era como estar en otra dimensión; de un lado no conocido de un mundo que creías conocer.

No tuve que perderme entre las multitudes queriendo acercarme al escenario (créanme, el Circus Mexicus atrae bastante gente). Estar presente con sentidos diferentes. Beber o comer sin prisas, que alguien te invite un shot de tequila, solo porque ¡qué demonios! Es fiesta. No traer colgado hasta el molcajete al cuello. Pero sobretodo tontear con mi amiga, reírme con los chistes, platicar con ella, sin dejarla botada o que me anduviera siguiendo por todos lados para tomar las fotos (que de hecho por eso se animó a ir).

En un momento dado, corté toda comunicación virtual y tonteé con cerveza en mano al ritmo de la música. Dos asistentes más en un ambiente agradable, rodeadas de gente interesante, que va por cuatro días, a encontrarse con fans igual que ellos.

Uno que otro pasaba con aires de gran señor, pero era ignorado, hasta que se relajaban o simplemente desaparecían de la vista (entrando en el área VIP, supongo). Los mismos músicos se paseaban entre la gente, coreando canciones y tomándose fotos. Nadie estaba ahí en pose de divo.

Curioso, el área VIP, estaba llena de sillas y cables, pero la mayoría de los que traíamos gafetes, estábamos enfrente. Sin hacer distinción alguna.  Solo uno que otro sentado, comiendo tacos (indispensable) y varios al lado del escenario que es un muy buen lugar para tomar fotos pero algo apretado.

El mantra con el Circus Mexicus parece ser “relax, sin poses. Viva la vida alegre”. No por nada son cuatro días de fiesta y tienen un bar llamado Banditos. También juegan fútbol, ayudan a beneficencias, y apoyan a los amigos músicos y a los nuevos que se unen a esta línea de rock life. Se empapa, se contagia. Deja a Peñasco con esa vibra flotando como por dos semanas.

La parte que más disfruté de andar de turista fue la de llegar a casa, a bañarme, y donde mi preocupación más grande fue «¿Por qué no sirve el repost de Instagram?» .

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