Lunaticas y Adictas

Brujas. Poseídas. Locas. Putas. Adictas. Histéricas. Busconas. Malagradecidas. Herejes… A través de la historia ha habido muchos epítetos. Ahora, brincan juntos como una realidad velada y que se escuda convenientemente en la realidad violenta y feminicida (lo siento, hay que decirlo así) del país.

La obra es una fotografía de la serie “Sueños Amorosos” de Demian Siqueiros, cuando se expuso en el Jardín Borda.

Al teléfono mi amiga estaba muy enojada. Me habló para desahogarse y despejar su mente, porque, bueno, seamos honestos, gracias a la distancia, ambas estamos convencidas de que esa es mi humilde aportación.

El asunto es delicado. Es terrible. Incluso inconcebible, pero tan real como que estoy poniendo mis dedos en estas teclas. Una compañera de su trabajo había desaparecido. Según entendí, se iba a mudar de casa e iniciar su proceso de divorcio y un día ya no se supo más de ella. Incluso tenía protocolo de persona desaparecida.

Hasta ahí, horrible, pero relativamente normal (es aterrador que en México podamos llamar a esto “normal”, pero ese es otro tema), y la gente sigue su vida, preocupada, asustada, pero siguen.

Entonces mi amiga recibe una llamada fuera de lo común; una mujer al otro lado de la línea ¿Conoces a “…” que trabajaba en tu área?. Sí, responde mi amiga, pero hace rato que no la veo con esto de la pandemia. Pues esta internada en una clínica de “rehabilitación” en contra de su voluntad, siguió la otra mujer.

Lo raro, me comenta mi amiga, es que la chica no consume drogas ni alcohol. Solo se iba a divorciar.

La que me llamó, también fue internada en contra de su voluntad hace algunos meses, ¿recuerdas?. En lo personal me gustaría  proponer el término “removida de la vida social que acostumbraba”). Bueno, siguió mi amiga. Ella fue lo suficientemente brillante como para hacerse de algunas amistades y así se enteró que esta chica estaba dentro. A ella la hicieron pasar por loca (que tal vez lo esté, no vamos a discutir eso), pero el lugarsucho este, no es un psiquiátrico, ni una clínica, es un centro de rehabilitación.

En lo que estábamos hablando, la puse en altavoz para hacer una búsqueda rápida en Google. No será la fuente más confiable, sin embargo, lo que arrojó a primera vista, es revelador. Ciertamente no es una clínica, es un centro (supongo eso tiene sus asuntos legales determinados). El director, no es psiquiatra, si no un médico general sin especialidad, con un diplomado. Los terapeutas son todos hombres  y con pinta de cadeneros más que de guías espirituales. Lo que nos lleva a otra revelación. Exacto. Solo hay “terapeutas”, “coaches” y “guías espirituales”. El más honesto es el que presentan como “consejero en adicciones”.

Adicciones. Con eso se cubren las espaldas.

Entonces con una suma acordada, sin dar más explicaciones, estos terapeutas y consejeros espirituales, un día tocan a su puerta y ya, te remueven, te reubican dentro de sus límites, te “diagnostican”, de medican y, con gusto, te estigmatizan de loca o adicta, muy al siglo pasado, sin más investigación. No hay mayor protocolo. Un día está, al otro ya no, y nadie sabe nada. Lo peor, todo esto con la aprobación de algún miembro de la familia.

La mamá de esta chica, sabía y estuvo de acuerdo de que el (supongo) aún marido decidiera internarla. El hijo de la mujer que habló con mi amiga, fue el que firmó de conformidad.

Qué pinche miedo, suelto en un suspiro al teléfono.

Si wey, qué miedo, me responde mi amiga. Mujeres que se vuelven incómodas, las desaparecen, las drogan y meses después las regresan ya con la etiqueta de locas o incapaces ¿Sí sabes lo que significa eso en el mundo legal, verdad?

Sí, admito. Y en pleno siglo XXI. Los cabellos se me pusieron de punta al recordar historias, novelas, biografías de mujeres (y hombres también) a las que extirparon de su genialidad, fuerza o espíritu en un manicomio por considerarles incómodas.  Brujas. Poseídas. Locas. Putas. Adictas. Histéricas. Busconas. Malagradecidas. Herejes…  A través de la historia ha habido muchos epítetos. Ahora, brincan juntos como una realidad velada y que se escuda convenientemente en la realidad violenta y feminicida (lo siento, hay que decirlo así) del país.

Eso es lo más aterrador. Uno que cree avanzar y mira, salen a flote historias como estas. No cambiamos, me dijo apachurrada.

Sin embargo, esta historia tiene un final feliz. Esta por lo menos.

Mi amiga hizo algunas llamadas. Otras personas se movieron, se amenazó con cerrar filas con colectivos feministas y la chica salió. Ahora solo habrá que cuidar su reputación, supongo.

Necesitamos más refuerzos femeninos, más “girl power”.

No daré nombres ni explicaciones porqué si no esto se convertiría en chisme, y las chicas están buscando que esto sea tomado en serio y haya alguna responsabilidad legal.  Si nos vamos a dimes y diretes, las cosas no avanzan, se entorpecen muchas veces al grado de convertirse en rumores sin importancia. Se convierten en leyendas urbanas, como las historias de manicomios del siglo pasado.

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