La verdad no soy afecta a poner altar de muertos, sin embargo, admiro mucho a quien lo hace. Soy más de la idea de hacer libaciones, si a ritos paganos nos llevamos. Brindo primero por el Dios al que profeso, que lamento informarles que no es Thor (tengo mi parte cursi y espiritual, aunque no lo crean), luego por la memoria de mis antepasados queridos, y de mis antepasados que solo fueron antepasados. Y doy gracias por la fortuna de coincidir (o no, que eso también se agradece) con ellos y ellas. Esas son mis ideas: si están aquí, que convivan, (incluso puedo tener hasta botanita) si no, se les recuerda. No forzamos a nadie. Parte de esto, tiene que ver con mis muy escasas habilidades de anfitriona socialité de lo sobrenatural: no cocino bien (y mis abuelas eran muy exigentes con los sabores), el pan me lo como, la bebida me la tomo, las fotos siempre están, las velas se me olvidan y/o juego con la cera, y los olores
me dan alergia. Además, y también, porque soy terriblemente miedosa. En lo personal preferiría no tener espíritus correteando por mi casa ningún día, menos cuando pueden traer hasta invitados. Si no propios, menos ajenos. Gracias. Dicho esto, compré unos Cheetos finos, clásicos y unas cervezas selectas no artesanales, me senté a escuchar música en la terraza, y a petición de una amiga, encendí una vela. ¡Salud y gracias! Empezó a hacer un aire, que me imaginé era una borrachera de espíritus enfiestados, peleando por terrenitos de la tía, llorando reclamando al marido que ya se volvió a casar (y todo el chisme que eso conlleve), cayéndose, cantando, levantando polvo, azotándose contra las puertas y así. La luz iba y venía, que parecía discoteca. Quedó eso en mi imaginación y muy decentemente me metí con mi fiesta personal a leer, hasta que la lamparita se quedara sin pila. Obvio, no…