Una obra que había estado esperando con sano morbo (si es que eso existe). Lo he visto en algunas publicaciones de Facebook en Hermosillo con buenas opiniones y buenos reviews. El nombre de la obra atrae o no, no hay puntos medios al respecto: El cholo. Teatro, danza, cabaret. Sin más invitación que la imagen de una persona vestida como tal y con una expresión como de sorpresa. Es de Manuel Ballesteros (la expresión y la obra) y si el nombre les suena conocido, es porque es el coreógrafo de la obra La Línea, del grupo Dédalo que se presentó hace poco con Panoptica Orchestra, aquí en Peñasco en mayo de este año. En la foto de publicidad el Cholo sale como si estuviera huyendo de algo, pero no la historia no va por ahí, es muy diferente; no huye, de hecho ¡Es un cholo celebrity famoso! Así juega con la percepción que la gente tiene de este circulo social tan marginado. Y en ese tono, el de un personaje que
no llegó más que a quinto de primaria, sin muchas aspiraciones mas que la de ser cholo, y que por azares del destino se cuela entre el selecto grupo de personajes que se hacen famosos de la nada, cuenta su visión del mundo, aprovecha la oportunidad para dar su opinión, narrar su historia, junto con otras tantas. Todo esto mientras abre una caguama con los dientes (cholo que se respeta sabe abrir una cerveza de al menos diez formas, sin destapador), y le va dando sus tragos para mitigar los nervios y la sed. La vi divertida, pero también extrañada, tratando de recordar en quien había visto gesticular así antes. Era tan vívido. Ese cholo era muy real, crítico y mordaz con algunas ideas, ingenuo como niño con otras, y cholo hasta en las secuelas de las drogas que se metía. Solo perdió un poco la compostura (o investidura)…